Para descontaminarme de la radiación del "Chernobil Cultural", - que es como se denominó en los círculos intelectuales de la capital francesa al parque de Disney-, dediqué un día al Louvre. No sé si será por el efecto del best-seller "El Código da Vinci", pero el museo está repleto de letreros que indican cómo llegar a la Mona Lisa. La atención que el visitante dedica a otras obras maestras extraordinarias como el Escribá Sentado (2 personas), o la Venus de Milo (unas 15) palidece ante el tumulto que genera la enigmática Gioconda.
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